Desde que era muy chiquita hasta mis 16 años, pasé parte de mis vacaciones en Loma Bola, mas exactamente en la Hostería Bello Horizonte. En esos años su dueña Jean Berry, primero con su esposo y luego viuda, hizo que mis padres, yo y un gran número huéspedes sintiéramos la necesidad de volver cada año. Para mí ella fue y será Bello, como ella lo llamaba. Jean es, tiene hoy 90 años, una persona maravillosa que nos hacía sentir como en casa. Recuerdo que todas las tardes se sentaba bajo el parral con su gin and tonic y se ponía a charlar con quien estuviera sentado allí. También, verlas a ella y a » las chicas» juntando las flores de los canteros para armar los floreritos de cada mesa, las entradas típicas como los huevos rellenos, el melón con jamón crudo, los niditos o las sopas de cebolla o de tomate. La recuerdo llegando con su vehículo con las compras o cuando nos llevaba a las excursiones. Pero hablé de » las chicas», ellas eran la otra parte importantísima de Bello, son Hilda, Manuela,Irma, Carola y Helena. Ellas eran las mucamas y cocineras de la hostería, pero además casi eran familia, a los más chicos nos cuidaban y malcriaban.
Rememoro también las noches mirando ese cielo que tenía y tiene miles de estrellas y como todas las noches nos reuníamos en ronda y cantábamos, si alguno tocaba la guitarra mejor sino a capela y si alguien cantaba muy bien se mandaba un solo. Otra típica eran los partidos de tenis con los chicos sentados en la ancha rama del árbol para poder ver mejor , las carreras a la pileta barranca abajo, los paseos en burro de chiquita y a caballo de grande, las partidas de jodete cuando a la noche llovía, las reuniones en el bar antes de cenar , la campana que tocaban anunciando que estaba el almuerzo o la cena, las caminatas al cruce o a las Chacras con mi papá y la subida con Jean a la Loma Bola o la caminata en grupo que se llamaba la vuelta al mundo. Hablando de eso, recuerdo que en esa caminata, Marianne Brühlmann y yo nos perdimos. Queríamos llegar primero que su hermano y que Patrick Mc Grath y en una bifurcación agarramos para otro lado. Como a los minutos me entré a preocupar porque nadie venía detrás. Preguntamos como llegar a la Hostería en un rancho. Nos indicaron y nos dijeron que era cerca, pero no era así, las distancias son relativas. Como no llegábamos, yo, que tenía 13 años me entré a angustiar, Marianne, que era más grande, sugiere que salgamos del camino y por un campo acortemos la distancia yendo con dirección a la cruz. Terminamos en el lecho de un río seco. la cosa se ponía peor, así que salimos del campo de nuevo al camino y allí, con alegría vimos a mi papá el hermano de Marianne y Patrick que estaban buscándonos. Ya no dábamos más , por suerte pasó una camioneta y nos acercó, pero quedaba lo peor, la subida desde los Pinos a la Hostería y fue fatal subirla. Nunca más nos alejamos del grupo en las caminatas.
Recuerdo, que para hablar por teléfono había que ir al pueblo y hacer cola para que Margarita , la telefonista te consiguiera línea y poder hablar. También como cuando llovía crecía el río que separa La Paz de Loma Bola y no se podía pasar y como una vez se llevó una camioneta. Ah me olvidaba del apodo que Jean le había puesto a mi viejo, Speedy González. No puede faltar la mención a los perros de la Hostería, tengo miles de fotos con cada uno ,solo me acuerdo de los nombres Kent y Snoopy, pero hubo muchos más. Ah faltaron los murciélagos y los sapos que a la noche poblaban la galería .
Recuerdo, además, gente como los Nuñes, los Sullivan, los Damerau, los Brühlmann, los Lichtenstein,los Swinnen, los Mc Grath, Lynn(la hija de Jean) y sus hijas Erica y Verónica , los dueños de los Pinos y los de Achalay y tantos otros que éramos asiduos concurrentes a la Hostería. Cabe destacar que muchos de los chicos de las familias que íbamos seguimos siendo amigos o nos seguimos viendo hasta el día de hoy.
Jean vendió la Hostería, fuimos un año más y ya después no fuimos por varios años . Amo este lugar, conozco a ciertos personajes del pueblo que son parte de mi historia y que sigo abrazando cada vez que voy para llevarme un pedacito de ellos, la Farmaceutica Estela, Vitullo, Zuly y sus hijos, los Sullivan, Margarita que era la telefonista del pueblo, Irma,, etc. Volví a Loma Bola cuando tenía 28 años y hasta los 36 seguí yendo, pero a la Hostería volví el año pasado a mis ya 45 años, con estos nuevos dueños que nos volvieron a hacer sentir como en casa y que a pesar de que hace poco que están, ya están logrando generar esa cosa familiar que tantos de mis amigos de ayer y de hoy vivíamos de niños. Esperemos que el boca a boca, que funciona, haga que vayamos volviendo nosotros los que éramos hijos y ahora somos padres para traer a nuestros hijos a aquel lugar donde amamos tanto la vida y donde todavía hoy se puede estar tranquilo y nuestros hijos pueden disfrutar en paz y libertad de una naturaleza sin negocio, sin violencia y en plenitud. Gracias Claudia y gracias a las nuevas «chicas» de la Hostería que son geniales.
Alejandra Pistarini